Republicanismo, Nacionalismo y Populismo como formas de la política contemporánea

Las sociedades democráticas, si quieren sobrevivir en medio de las luchas de futuro, ya no pueden ser descritas con el adjetivo de liberales. Si quieren proteger la libertad genérica, la libertad compartida, la libertad defendida en común, deben poner en primer plano la libertad que da razones de su sentido. No se trata tanto de que sea una libertad común, sino de que implique formas de gozar y de praxis justificadas en común. La decisión por la democracia no implica la lucha por una homogeneidad que abre el camino regio a la victoria del mercado, sino más bien por la disposición de medios materiales para producir vínculos sociales compartidos. No vemos la necesidad de insistir en la continua producción de diferencias como forma fenoménica de la libertad. Pensamos más bien en una libertad volcada a la producción de semejanzas entregadas al goce abierto de la mímesis en tanto praxis enraizada en deseos, afectos, sentimientos y experiencias. Libertad no quiere decir hacer lo que nadie hace, sino sencillamente tener el poder de hacer lo que otros.

En este horizonte cobra significado la revisión de las grandes formas de la política actual que hemos cifrado en el nacionalismo, el populismo y el republicanismo. Y las hemos escogido precisamente porque no tienen bases liberales. Cada una de esas formas parte de una ontología de la comunidad, aunque cada una la interprete de maneras diferentes en su traducción política. Por supuesto, todas ellas afirman también la libertad, pero le ponen condiciones que conciernen a la constitución misma del grupo humano, cuyo seno brinda al singular las razones compartidas para actuar.

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