Manifiesto Pospolítico. Rutas ideológicas para la izquierda del siglo XXI
- De Nacho Azcona
- 9 octubre, 2018
- Sin comentarios
La vieja lucha de clases y sus reivindicaciones económicas y materiales han dado paso, en nuestros días, a nuevas consignas multiculturales e identitarias que reclaman su espacio en el tablero político. ¿Hemos de privilegiar uno de estos frentes, o es posible encontrar un terreno de compatibilidades y objetivos comunes, una estrategia global que unifique, en una suerte de «teoría del todo» sociopolítica, las reivindicaciones de clase y las demandas de los diferentes colectivos oprimidos? La solución que nos propone este ensayo consiste en trabajar aquello que, despectivamente, se ha denominado con el nombre de pospolítica (la batería de reivindicaciones simbólicas, ideológicas o identitarias) como base para llevar a cabo ulteriores conquistas materiales basadas en la transversalidad.
En este escenario, surge además un nuevo agente que altera la ecuación: varones caucásicos, occidentales, de clase media y heterosexual claman al cielo por no poseer el suficiente reconocimiento mediático a la hora de expresar sus opiniones y controversias, ya sea por el temor que les depara una creciente pérdida de privilegios o por una exasperante sensación de culpabilidad ante los mismos. Lo que ha generado un auge de la derecha entre grupos que en otra época mostraron abiertamente su desprecio a las políticas económicas y sociales neoliberales, con personajes como Trump o Le Pen como principales artífices, recambios históricos para lo que supusieron hace algunas décadas las medidas políticas de Margaret Thatcher o de Ronald Reagan.
Por delante, se extiende una serie de retos absolutamente necesarios, pero no por ello exentos de complejidades, a la hora de pensar las opciones de la izquierda para avanzar en el tablero político y resolver sus crisis internas. Frente a la actitud resignada que pasa por contemplar a estos colectivos como parte del problema, la verdadera cuestión que se plantea a las políticas de izquierdas es cómo establecer alianzas y mecanismos de cooperación entre unos y otros frentes: ¿puede el hombre blanco hablar hoy de colonialismo, de feminismo o de luchas sociales?
Este Manifiesto pospolítico nos enfrenta ante la pluralidad de frentes y brechas abiertas en nuestro horizonte ideológico. Por una parte, las clásicas reivindicaciones de clase, ligadas a cuestiones materiales y económicas; por otra, colectivos feministas, queer, ecologistas, inmigrantes y otros pugnan por hacer valer sus demandas en el marco de poder establecido, socavando la posición hegemónica de los grupos dominantes y reescribiendo las fronteras ideológicas en un nuevo reparto de poderes. Sin embargo, son varias las voces que señalan hasta qué punto las políticas identitarias se muestran cada vez más contaminadas por los códigos neoliberales que estimulan la competencia entre colectivos y dificultan la colaboración. Estas páginas constituyen una revisión, a través de estos cuatro pilares, de dicho marco ideológico. ¿Cómo reintroducir las demandas de la clase obrera en un escenario centrado en las reivindicaciones identitarias? ¿Es posible consolidar un discurso de apoyo a las luchas feministas y LGTB desde la masculinidad heterocentrada, o ha de privilegiarse la construcción y deconstrucción de una nueva masculinidad? ¿Cómo puede el urbanita actual abordar las luchas ecologistas? Y, finalmente, ¿cómo compatibilizar las demandas poscoloniales en un espacio globalizado?
El objetivo del texto de Jorge Fernández Gonzalo pasa, por tanto, por conjugar dos cuestiones hasta ahora radicalmente independientes: las luchas materiales y económicas, de signo marxista, junto con las luchas simbólico-identitarias, ligadas al posmodernismo, bajo la premisa de que el enemigo no es el hombre blanco, occidental y de clase media, sino un sistema que hasta hoy le confería autoridad y privilegios. Para ello, este Manifiesto pospolítico propone algunas vías de acción que, a partir de tales espacios favorecidos (la adscripción de clase, la masculinidad, la heterosexualidad, la occidentalidad, etc.), permitan que las luchas simbólicas puedan ser encauzadas y validadas en un horizonte de reivindicaciones comunitario y auténticamente transversal.
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